Una Clara Explicación de la Perfección Cristiana Como la Creyó y Enseñó el reverendo Juan Wesley del año 1725 al año 1777
Enviado el 29-jul-2010 a las 16:46 por kneben65
Como persona que soy de raíces nazarenas, esto es arminio-wesleyanas, quiero compartir lo que Wesley precisamente creía sobre la perfección cristiana y comienzo con la introducción al considerarlo un estudio que no pasa de época:
LO QUE PROPONGO con esta obra es exponer clara y nítidamente los distintos pasos por los cuales fui guiado durante el curso de varios años a abrazar la “doctrina de la perfección cristiana”. Esta narración la dedico a un buen número de personas serias que son parte del conglomerado humano, que anhelan saber toda la verdad, tal como es en Jesús (Efesios 4:21); pues son éstos los únicos que sienten un profundo interés por esta doctrina. A los tales declararé el asunto tal como es, procurando siempre probar lo que creo y por qué lo he creído durante estos años.
1. En el año 1725, cuando tenía veintitrés años de edad, llegó a mis manos el libro del obispo Taylor: Reglas y ejercicios para vivir y morir santamente. Algunas partes de dicho libro me afectaron en gran manera, especialmente al leer aquella parte que trata de la pureza de intención. Instantáneamente resolví dedicar a Dios toda mi vida, todos mis pensamientos, palabras y acciones, y me convencí que no había término medio, que no una parte de mi vida, sino toda ella, debería ser un sacrificio o a Dios, o bien a mí mismo, lo cual sería como darla al diablo.
¿Puede alguna persona seria dudar de esto, o encontrar la manera de servir a Dios y servir al diablo?
2. En el año 1726, leí Modelo cristiano de Kempis. La naturaleza y extensión de la religión interior, la religión del corazón, presentóseme con más claridad que nunca antes. Comprendí que aun dando toda mi vida a Dios (suponiendo fuese posible hacerlo, y no seguir más allá) no me serviría de ningún provecho a menos que le diera a El todo mi corazón.
Descubrí que la “sencillez de intención, y la pureza de afectos”, (es decir, un solo propósito en todo cuanto habla*mos o decimos, y un solo deseo gobernando nuestro carácter), son realmente “las alas del alma”, sin las cuales no puede ella ascender al monte de Dios.
3. Un año o dos después me fueron entregados Perfección cristiana, y Llamamiento serio por el reverendo Law.
Estos me convencieron aún más de la absoluta imposibilidad de ser cristiano a medias; y siendo así persuadido, por la gracia de Dios hice la determinación de dedicarme todo a El: darle mí alma, mi cuerpo, y mis posesiones.
¿Dirá un hombre sensato, que esto es exigir demasiado, o que se debe dar algo menos que nuestro ser, y todo lo que tenemos y somos a Aquel que se dio a Sí mismo por nosotros?
4. En el año 1729 empecé no sólo a leer, sino a estudiar la Biblia como la única norma de verdad, y el único modelo de religión pura. Como consecuencia de esto, vi. más claramente la necesidad indispensable de tener “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16) y de “andar como él anduvo” (1 Juan 2:6), de tener, no sólo una parte, sino toda la mente que estaba en El, y andar como El anduvo, no en algunas, ni aun en la mayoría de las cosas, sino en todas las cosas. Y esta fue la luz a través de la cual consideré entonces la religión como un seguimiento continuo de Cristo, una completa conformidad interior y exterior a nuestro Maestro. Nada me fue más terrible que tratar de ajustar esta regla a mis propios intereses, o a los de otros, o permitirme el menor desvío del gran Modelo.
LO QUE PROPONGO con esta obra es exponer clara y nítidamente los distintos pasos por los cuales fui guiado durante el curso de varios años a abrazar la “doctrina de la perfección cristiana”. Esta narración la dedico a un buen número de personas serias que son parte del conglomerado humano, que anhelan saber toda la verdad, tal como es en Jesús (Efesios 4:21); pues son éstos los únicos que sienten un profundo interés por esta doctrina. A los tales declararé el asunto tal como es, procurando siempre probar lo que creo y por qué lo he creído durante estos años.
1. En el año 1725, cuando tenía veintitrés años de edad, llegó a mis manos el libro del obispo Taylor: Reglas y ejercicios para vivir y morir santamente. Algunas partes de dicho libro me afectaron en gran manera, especialmente al leer aquella parte que trata de la pureza de intención. Instantáneamente resolví dedicar a Dios toda mi vida, todos mis pensamientos, palabras y acciones, y me convencí que no había término medio, que no una parte de mi vida, sino toda ella, debería ser un sacrificio o a Dios, o bien a mí mismo, lo cual sería como darla al diablo.
¿Puede alguna persona seria dudar de esto, o encontrar la manera de servir a Dios y servir al diablo?
2. En el año 1726, leí Modelo cristiano de Kempis. La naturaleza y extensión de la religión interior, la religión del corazón, presentóseme con más claridad que nunca antes. Comprendí que aun dando toda mi vida a Dios (suponiendo fuese posible hacerlo, y no seguir más allá) no me serviría de ningún provecho a menos que le diera a El todo mi corazón.
Descubrí que la “sencillez de intención, y la pureza de afectos”, (es decir, un solo propósito en todo cuanto habla*mos o decimos, y un solo deseo gobernando nuestro carácter), son realmente “las alas del alma”, sin las cuales no puede ella ascender al monte de Dios.
3. Un año o dos después me fueron entregados Perfección cristiana, y Llamamiento serio por el reverendo Law.
Estos me convencieron aún más de la absoluta imposibilidad de ser cristiano a medias; y siendo así persuadido, por la gracia de Dios hice la determinación de dedicarme todo a El: darle mí alma, mi cuerpo, y mis posesiones.
¿Dirá un hombre sensato, que esto es exigir demasiado, o que se debe dar algo menos que nuestro ser, y todo lo que tenemos y somos a Aquel que se dio a Sí mismo por nosotros?
4. En el año 1729 empecé no sólo a leer, sino a estudiar la Biblia como la única norma de verdad, y el único modelo de religión pura. Como consecuencia de esto, vi. más claramente la necesidad indispensable de tener “la mente de Cristo” (1 Corintios 2:16) y de “andar como él anduvo” (1 Juan 2:6), de tener, no sólo una parte, sino toda la mente que estaba en El, y andar como El anduvo, no en algunas, ni aun en la mayoría de las cosas, sino en todas las cosas. Y esta fue la luz a través de la cual consideré entonces la religión como un seguimiento continuo de Cristo, una completa conformidad interior y exterior a nuestro Maestro. Nada me fue más terrible que tratar de ajustar esta regla a mis propios intereses, o a los de otros, o permitirme el menor desvío del gran Modelo.
Total de comentarios 3
Comentarios
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Muy buen tema sobre una parte de la doctrina Metodismo.
Es usted de la Iglesia del nazareno???Enviado el 29-jul-2010 a las 23:40 por PabloR ¡Visita su Blog! -
muy interesante Bro... seguire leyendo con mucho gusto...
Enviado el 30-jul-2010 a las 12:34 por souljazz ¡Visita su Blog! -
Enviado el 02-ago-2010 a las 12:31 por kneben65 ¡Visita su Blog!