PARA EXPRESAR IDEAS, SENTIMIENTOS... Y ALGÚN QUE OTRO DESEO.
De la soledad.
Enviado el 23-Aug-2015 a las 14:10 por Quim
Conforme pasa el tiempo (y a juzgar por las experiencias que voy atesorando, entresacadas de las lecciones que la vida me da) me voy dando cuenta de que no debo esperar nada de nadie.
No existe la persona de la que pueda estar seguro de que no me va a fallar nunca. Lamentablemente.
No es que me esté volviendo un misántropo, pero estoy tomando consciencia de que si quiero mantener una salud mental equilibrada no puedo depender de los demás.
Estoy pasando una etapa un tanto extraña. Son tantos los frentes que tengo abiertos y tan pocos los momentos en los que me siento a gusto, tan escasos los momentos de paz, tan pocos los amigos, que me estoy dando cuenta de que, en realidad, estoy solo.
Incluso mis amigos me están defraudando. Si, incluso ellos.
Pensaba, inocente de mi, que mis amigos jamás serian capaces de hacerme sentir mal, que nunca se tambalearía lo que hay entre nosotros. Pero me equivocaba. ¡Ya lo creo que se tambalea!
Y me asaltan un montón de dudas... Porque recuerdo ese consejo de "no confíes en el hombre", y me pongo a considerar lo que también le pasó a Jesús.
Él, que tan solo chasqueando los dedos podía reunir a cinco mil personas... Como si fuera una estrella del Rock, siempre rodeado de gente. Tenía que trasladarse a escondidas porque causaba aglomeraciones con su sola presencia, hasta el punto de que en determinados círculos era considerado una amenaza, un elemento perturbador, alguien capaz de montar una revolución.
No deja de ser curioso, entonces, que un día cualquiera a las siete de la tarde la multitud clamara: ¡Je-sús, Je-sús, Je-sús...! y que a las cinco de la mañana del día siguiente se encontrara solo. Absolutamente solo. Ni siquiera el Padre a su lado. En cuestión de unas horas.
-Y los que hace un rato coreaban mi nombre... ¿Dónde están? ¿Dónde está toda esa gente a la que sané? ¿Dónde, aquéllos que lloraban de agradecimiento a mis pies? ¿Y aquéllos que hubieran dado su vida por mí?
Gira sobre si mismo, buscando con la mirada, pero sabe que no va a encontrar a nadie. Mira hacia el cielo y se da cuenta de que está más solo de lo que nunca antes haya podido estar hombre alguno...
Pero no está absolutamente solo. Dos personajes que han estado agazapados durante mucho tiempo le observan. Están ansiosos por mostrársele pues hasta este momento no lo han podido hacer. El dolor y la muerte le miran. Saben que ha llegado la hora. Se les ha levantado la prohibición. Tienen el campo libre.
Se le acercan.
.......................................................................................... .................
Y me asaltan un montón de dudas...
-Si no puedo confiar en nadie, ¿qué hago aquí?
Si no puedo esperar nada de nadie, entonces no necesito a nadie, ¿no? Si no necesito a nadie, ¿por qué me dices que no deje de congregarme? ¿Qué necesidad tengo de estar con gente en la que no puedo confiar? ¿De qué me sirve? Me agobio, me estreso, me irrito, porque de repente, al descubrir lo poco confiables que somos, me pongo a mirar con otros ojos (algo pesimistas, es cierto) y entonces veo sonrisas huecas, ojos vacíos, palabras livianas. Tanto, que una simple brisa las arrastra y caen en el olvido apenas son pronunciadas.
Me siento muy mal, porque el caso es que confiaba de verdad en algunos de los que me han defraudado. Y duele mucho cuando el que te falla es un amigo.
Se tambalea todo a tu alrededor; todo lo que habías depositado en esa persona se derrumba. De repente, todo en lo que creías carece de sentido.
Prefiero que me hagan daño mis enemigos. El dolor causado por sus ataques es llevadero y en cierto modo me hace más fuerte porque me obliga a no dormirme, a seguir luchando. Me anima a esforzarme y a dar lo mejor de mí.
Sin embargo, el daño causado por un amigo... Ese daño te paraliza. No importa la gravedad de la herida. Cuando es un amigo el que te hiere lo hace directamente al corazón. Y si la lucha contra un enemigo es excitante, el descubrir aspectos oscuros en un amigo te hace perder las ganas de seguir luchando contra nadie. Te absorbe las fuerzas.
-¿Para qué? ¡Si nada vale la pena! ¡Si todo es mentira! ¿Qué pinto yo aquí? Señor, ¿por qué no me permites desaparecer? Sabes que me iría sin siquiera despedirme...
Si solo puedo confiar en ti, solo a ti te necesito. ¿Por qué no puedo ahorrarme el tener que tratar con gente que no me necesita y en la que no puedo confiar? De todas las cosas que aborrezco, la hipocresía es la más cobarde, la más mentirosa y despreciable. Y me siento rodeado por ella.
Por todas partes la veo.
Y otra vez ese embudo. "La verdad os hará libres". Si, pero cuando acepto eso, inmediatamente se me muestra el embudo por el que tengo que pasar si quiero hacer las cosas bien. Las cosas que tengo que aguantar, las veces que tengo que callar, las ocasiones en las que tengo que sonreír aunque lo esté pasando mal... El embudo del dolor y la muerte. Dolor, porque todo eso me duele. Muerte, porque tengo que morir como paso indispensable para vivir.
¡Tremendo embudo! Valiente libertad...
Claro, se supone que yo, que al parecer soy más maduro, he de tener paciencia y sabiduría para aguantar el tirón. Pero hay momentos en los que me siento cansado de que los bebés me vomiten en la camisa y encima tener que poner buena cara. Muy cansado. Muy harto.
.......................................................................................... ...............
Lentamente se le acercan. Jesús está determinado a hacerles frente con todo. Sabe que no va a ser fácil, pero no va a retroceder ni un palmo. No les teme, pero sabe que va a ser duro, muy duro. Tiene una muy clara idea de lo que le espera. En su lugar, cualquiera hubiese salido corriendo.
Primero se le acerca el dolor.
Existe un umbral que, una vez traspasado, hace que el cuerpo se insensibilice. Cualquier golpe o herida posterior deja de doler. Pero es un umbral al que cuesta llegar. Cuesta mucho.
Antes hay que sentir como los latigazos desgarran la piel, como los golpes contusionan los brazos, los labios, los ojos... Un largo y doloroso camino aderezado, además, con insultos, burlas y humillaciones.
Ni una queja. Se muestra tan entero, pese a todo, que los verdugos se sienten entre asombrados y ofendidos. Son los mejores en lo suyo y no están dispuestos a tolerar un comportamiento que menoscaba su reputación de hábiles carniceros. A estas alturas el prisionero debería estar aullando de dolor, pidiendo clemencia, rogando la muerte. Por este motivo los golpes se le propinan con una intensidad creciente. Incluso los más sádicos empiezan a preguntarse cómo es posible que este hombre sea capaz de soportar semejante castigo.
Luego los clavos. Ni una súplica, ni un aullido.
Una vez recorrido el camino, una vez el dolor se ha adueñado de todo su ser y a sus pies el charco de sangre empieza a dejar bien a las claras que ya no debe quedar mucha en el cuerpo, la muerte se le acerca, sonriente, pavoneándose, relamiéndose ante la inminente victoria. Observa el cuerpo crucificado, deshecho, desmenuzado... Lo ha conseguido. ¡Ha logrado acabar con el mismísimo hijo de Dios! Lo mira colgado del madero, jadeante, rendido, derrotado, apaleado...
Una nueva era comienza. Al haber acabado con el Mesías, la muerte tiene libertad para hacer con la humanidad aquello que le plazca. Ha venido a vengarse de Dios y va a hacerlo a conciencia. Primero ha caído su Hijo; después, caerán sus criaturas.
Pero no adelantemos acontecimientos.
-Todavía queda un hilo de vida en este monigote crucificado. En éste que predicaba el amor por los semejantes, la paz y la bondad. Quiero mirarle a los ojos en el preciso momento en el que se cierren. Quiero ser la última cosa que vea; que sea mi rostro sonriente lo que se lleve a la tumba.
Y justo en ese instante le preguntaré por sus amigos. Le preguntaré por sus seguidores, por sus discípulos, por sus hermanos y hermanas, por las multitudes... Si, incluso le preguntaré, como no, por su Padre. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Dónde están los que te aclamaban? ¿Cómo es que te han dejado solo? Me imagino su cara, su expresión de perplejidad, de abandono, al experimentar la más absoluta y dolorosa soledad... ¡Mi completa y aplastante victoria!
La muerte de Dios.
.......................................................................................... .............
Si, ya sé que me dices que nunca estaré solo. Pero me siento solo muchas veces.
Si, ya sé que me dices que somos uno, pero... ¡somos tan diferentes!
Si, ya sé que me dices que soy más que vencedor, pero me siento derrotado a menudo.
Si, ya sé que me dices que me das nuevas fuerzas, pero... ¡me siento tan cansado de luchar sin ver resultados!
Si, ya sé que me dices que tu Espíritu me guía, pero me siento perdido por momentos.
Si, ya sé que me dices que eres mi fortaleza, pero... ¡me siento tan vulnerable!
Si, ya sé que me dices que el amor es la respuesta pero, en ocasiones, el amor no responde.
.......................................................................................... ........
La muerte se acerca hasta estar a un paso. Se inflama su sed de venganza cuando agarra los cabellos ensangrentados y tira de ellos para levantar la cabeza y poder ver los ojos. Unos ojos que apenas pueden ver, de tan hinchados. Quiere escupir su desprecio en ese rostro desfigurado. Volcar toda su ira en este despojo humano. Pero hay algo extraño. .
Es un rostro desfigurado, si, pero que irradia algo que a la muerte le es desconocido.
El dolor, que hace un rato que se ha hecho a un lado sin irse del todo, le ayuda. Él si sabe de lo que se trata. Dice que es la Dignidad. Eso es lo que ha hecho que Jesús no haya gritado, ni llorado, ni pedido clemencia. A ella no pueden doblegarla, cualquier intento sería inútil, pero es igual. La pieza que van a cobrarse supera a cualquier otra que jamás hubieran soñado: van a matar al Cristo.
Tira del cabello con más fuerza. La serenidad de esa mirada le enfurece.
¿Qué hace? Jesús hace un gesto para que la muerte se le acerque todavía más. Quiere decirle algo, pero apenas tiene fuerzas para susurrarlo, por lo que tendrá que acercar su oído a los labios del moribundo.
Cuando está lo suficientemente cerca, Jesús, haciendo un último esfuerzo por sonreír, le dice a la muerte:
Jaque mate.
....................................................................
"El siervo no es mayor que su señor".
Todo cobra sentido. Como siempre, solo hace falta oír la palabra adecuada.
¿Quién como Jesús para explicarnos lo que es la soledad? Si pasó por eso y salió victorioso, yo también puedo. Si entendió el significado de la soledad, yo también voy a entenderlo.
Ayúdame, Jesús, a saber guardar la dignidad en los momentos en los que quizás pueda parecer que lo pierdo todo. Así me daré cuenta de que, efectivamente, puede parecer, pero no.
Ayúdame a guardarla cuando me vea solo, sin apoyos, sin amigos...
Ayúdame a que mi amistad no se vea afectada.
Ayúdame a no cambiar, a seguir amando. Justamente como tú.
Ayúdame, cuando todo parece desvanecerse ante la magnitud del problema, a recordar tu ejemplo. A entender que todo forma parte del proceso. Que son cosas que permites para moldear mi carácter, para que el tuyo sea formado en mí.
Que el dolor que me pueda causar el morir, el negarme a mi mismo, no es comparable a la felicidad que llego a experimentar al vivir, al permitir que seas TÚ el que lo haga en mí. Y que necesito convivir con todos los que tenemos la misma meta, como medio de alcanzar ambas cosas.
Tener presente todo esto me dará las fuerzas necesarias para acercarme a mi enemigo tranquilamente y decirle al oído: consumado es.
No existe la persona de la que pueda estar seguro de que no me va a fallar nunca. Lamentablemente.
No es que me esté volviendo un misántropo, pero estoy tomando consciencia de que si quiero mantener una salud mental equilibrada no puedo depender de los demás.
Estoy pasando una etapa un tanto extraña. Son tantos los frentes que tengo abiertos y tan pocos los momentos en los que me siento a gusto, tan escasos los momentos de paz, tan pocos los amigos, que me estoy dando cuenta de que, en realidad, estoy solo.
Incluso mis amigos me están defraudando. Si, incluso ellos.
Pensaba, inocente de mi, que mis amigos jamás serian capaces de hacerme sentir mal, que nunca se tambalearía lo que hay entre nosotros. Pero me equivocaba. ¡Ya lo creo que se tambalea!
Y me asaltan un montón de dudas... Porque recuerdo ese consejo de "no confíes en el hombre", y me pongo a considerar lo que también le pasó a Jesús.
Él, que tan solo chasqueando los dedos podía reunir a cinco mil personas... Como si fuera una estrella del Rock, siempre rodeado de gente. Tenía que trasladarse a escondidas porque causaba aglomeraciones con su sola presencia, hasta el punto de que en determinados círculos era considerado una amenaza, un elemento perturbador, alguien capaz de montar una revolución.
No deja de ser curioso, entonces, que un día cualquiera a las siete de la tarde la multitud clamara: ¡Je-sús, Je-sús, Je-sús...! y que a las cinco de la mañana del día siguiente se encontrara solo. Absolutamente solo. Ni siquiera el Padre a su lado. En cuestión de unas horas.
-Y los que hace un rato coreaban mi nombre... ¿Dónde están? ¿Dónde está toda esa gente a la que sané? ¿Dónde, aquéllos que lloraban de agradecimiento a mis pies? ¿Y aquéllos que hubieran dado su vida por mí?
Gira sobre si mismo, buscando con la mirada, pero sabe que no va a encontrar a nadie. Mira hacia el cielo y se da cuenta de que está más solo de lo que nunca antes haya podido estar hombre alguno...
Pero no está absolutamente solo. Dos personajes que han estado agazapados durante mucho tiempo le observan. Están ansiosos por mostrársele pues hasta este momento no lo han podido hacer. El dolor y la muerte le miran. Saben que ha llegado la hora. Se les ha levantado la prohibición. Tienen el campo libre.
Se le acercan.
.......................................................................................... .................
Y me asaltan un montón de dudas...
-Si no puedo confiar en nadie, ¿qué hago aquí?
Si no puedo esperar nada de nadie, entonces no necesito a nadie, ¿no? Si no necesito a nadie, ¿por qué me dices que no deje de congregarme? ¿Qué necesidad tengo de estar con gente en la que no puedo confiar? ¿De qué me sirve? Me agobio, me estreso, me irrito, porque de repente, al descubrir lo poco confiables que somos, me pongo a mirar con otros ojos (algo pesimistas, es cierto) y entonces veo sonrisas huecas, ojos vacíos, palabras livianas. Tanto, que una simple brisa las arrastra y caen en el olvido apenas son pronunciadas.
Me siento muy mal, porque el caso es que confiaba de verdad en algunos de los que me han defraudado. Y duele mucho cuando el que te falla es un amigo.
Se tambalea todo a tu alrededor; todo lo que habías depositado en esa persona se derrumba. De repente, todo en lo que creías carece de sentido.
Prefiero que me hagan daño mis enemigos. El dolor causado por sus ataques es llevadero y en cierto modo me hace más fuerte porque me obliga a no dormirme, a seguir luchando. Me anima a esforzarme y a dar lo mejor de mí.
Sin embargo, el daño causado por un amigo... Ese daño te paraliza. No importa la gravedad de la herida. Cuando es un amigo el que te hiere lo hace directamente al corazón. Y si la lucha contra un enemigo es excitante, el descubrir aspectos oscuros en un amigo te hace perder las ganas de seguir luchando contra nadie. Te absorbe las fuerzas.
-¿Para qué? ¡Si nada vale la pena! ¡Si todo es mentira! ¿Qué pinto yo aquí? Señor, ¿por qué no me permites desaparecer? Sabes que me iría sin siquiera despedirme...
Si solo puedo confiar en ti, solo a ti te necesito. ¿Por qué no puedo ahorrarme el tener que tratar con gente que no me necesita y en la que no puedo confiar? De todas las cosas que aborrezco, la hipocresía es la más cobarde, la más mentirosa y despreciable. Y me siento rodeado por ella.
Por todas partes la veo.
Y otra vez ese embudo. "La verdad os hará libres". Si, pero cuando acepto eso, inmediatamente se me muestra el embudo por el que tengo que pasar si quiero hacer las cosas bien. Las cosas que tengo que aguantar, las veces que tengo que callar, las ocasiones en las que tengo que sonreír aunque lo esté pasando mal... El embudo del dolor y la muerte. Dolor, porque todo eso me duele. Muerte, porque tengo que morir como paso indispensable para vivir.
¡Tremendo embudo! Valiente libertad...
Claro, se supone que yo, que al parecer soy más maduro, he de tener paciencia y sabiduría para aguantar el tirón. Pero hay momentos en los que me siento cansado de que los bebés me vomiten en la camisa y encima tener que poner buena cara. Muy cansado. Muy harto.
.......................................................................................... ...............
Lentamente se le acercan. Jesús está determinado a hacerles frente con todo. Sabe que no va a ser fácil, pero no va a retroceder ni un palmo. No les teme, pero sabe que va a ser duro, muy duro. Tiene una muy clara idea de lo que le espera. En su lugar, cualquiera hubiese salido corriendo.
Primero se le acerca el dolor.
Existe un umbral que, una vez traspasado, hace que el cuerpo se insensibilice. Cualquier golpe o herida posterior deja de doler. Pero es un umbral al que cuesta llegar. Cuesta mucho.
Antes hay que sentir como los latigazos desgarran la piel, como los golpes contusionan los brazos, los labios, los ojos... Un largo y doloroso camino aderezado, además, con insultos, burlas y humillaciones.
Ni una queja. Se muestra tan entero, pese a todo, que los verdugos se sienten entre asombrados y ofendidos. Son los mejores en lo suyo y no están dispuestos a tolerar un comportamiento que menoscaba su reputación de hábiles carniceros. A estas alturas el prisionero debería estar aullando de dolor, pidiendo clemencia, rogando la muerte. Por este motivo los golpes se le propinan con una intensidad creciente. Incluso los más sádicos empiezan a preguntarse cómo es posible que este hombre sea capaz de soportar semejante castigo.
Luego los clavos. Ni una súplica, ni un aullido.
Una vez recorrido el camino, una vez el dolor se ha adueñado de todo su ser y a sus pies el charco de sangre empieza a dejar bien a las claras que ya no debe quedar mucha en el cuerpo, la muerte se le acerca, sonriente, pavoneándose, relamiéndose ante la inminente victoria. Observa el cuerpo crucificado, deshecho, desmenuzado... Lo ha conseguido. ¡Ha logrado acabar con el mismísimo hijo de Dios! Lo mira colgado del madero, jadeante, rendido, derrotado, apaleado...
Una nueva era comienza. Al haber acabado con el Mesías, la muerte tiene libertad para hacer con la humanidad aquello que le plazca. Ha venido a vengarse de Dios y va a hacerlo a conciencia. Primero ha caído su Hijo; después, caerán sus criaturas.
Pero no adelantemos acontecimientos.
-Todavía queda un hilo de vida en este monigote crucificado. En éste que predicaba el amor por los semejantes, la paz y la bondad. Quiero mirarle a los ojos en el preciso momento en el que se cierren. Quiero ser la última cosa que vea; que sea mi rostro sonriente lo que se lleve a la tumba.
Y justo en ese instante le preguntaré por sus amigos. Le preguntaré por sus seguidores, por sus discípulos, por sus hermanos y hermanas, por las multitudes... Si, incluso le preguntaré, como no, por su Padre. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Dónde están los que te aclamaban? ¿Cómo es que te han dejado solo? Me imagino su cara, su expresión de perplejidad, de abandono, al experimentar la más absoluta y dolorosa soledad... ¡Mi completa y aplastante victoria!
La muerte de Dios.
.......................................................................................... .............
Si, ya sé que me dices que nunca estaré solo. Pero me siento solo muchas veces.
Si, ya sé que me dices que somos uno, pero... ¡somos tan diferentes!
Si, ya sé que me dices que soy más que vencedor, pero me siento derrotado a menudo.
Si, ya sé que me dices que me das nuevas fuerzas, pero... ¡me siento tan cansado de luchar sin ver resultados!
Si, ya sé que me dices que tu Espíritu me guía, pero me siento perdido por momentos.
Si, ya sé que me dices que eres mi fortaleza, pero... ¡me siento tan vulnerable!
Si, ya sé que me dices que el amor es la respuesta pero, en ocasiones, el amor no responde.
.......................................................................................... ........
La muerte se acerca hasta estar a un paso. Se inflama su sed de venganza cuando agarra los cabellos ensangrentados y tira de ellos para levantar la cabeza y poder ver los ojos. Unos ojos que apenas pueden ver, de tan hinchados. Quiere escupir su desprecio en ese rostro desfigurado. Volcar toda su ira en este despojo humano. Pero hay algo extraño. .
Es un rostro desfigurado, si, pero que irradia algo que a la muerte le es desconocido.
El dolor, que hace un rato que se ha hecho a un lado sin irse del todo, le ayuda. Él si sabe de lo que se trata. Dice que es la Dignidad. Eso es lo que ha hecho que Jesús no haya gritado, ni llorado, ni pedido clemencia. A ella no pueden doblegarla, cualquier intento sería inútil, pero es igual. La pieza que van a cobrarse supera a cualquier otra que jamás hubieran soñado: van a matar al Cristo.
Tira del cabello con más fuerza. La serenidad de esa mirada le enfurece.
¿Qué hace? Jesús hace un gesto para que la muerte se le acerque todavía más. Quiere decirle algo, pero apenas tiene fuerzas para susurrarlo, por lo que tendrá que acercar su oído a los labios del moribundo.
Cuando está lo suficientemente cerca, Jesús, haciendo un último esfuerzo por sonreír, le dice a la muerte:
Jaque mate.
....................................................................
"El siervo no es mayor que su señor".
Todo cobra sentido. Como siempre, solo hace falta oír la palabra adecuada.
¿Quién como Jesús para explicarnos lo que es la soledad? Si pasó por eso y salió victorioso, yo también puedo. Si entendió el significado de la soledad, yo también voy a entenderlo.
Ayúdame, Jesús, a saber guardar la dignidad en los momentos en los que quizás pueda parecer que lo pierdo todo. Así me daré cuenta de que, efectivamente, puede parecer, pero no.
Ayúdame a guardarla cuando me vea solo, sin apoyos, sin amigos...
Ayúdame a que mi amistad no se vea afectada.
Ayúdame a no cambiar, a seguir amando. Justamente como tú.
Ayúdame, cuando todo parece desvanecerse ante la magnitud del problema, a recordar tu ejemplo. A entender que todo forma parte del proceso. Que son cosas que permites para moldear mi carácter, para que el tuyo sea formado en mí.
Que el dolor que me pueda causar el morir, el negarme a mi mismo, no es comparable a la felicidad que llego a experimentar al vivir, al permitir que seas TÚ el que lo haga en mí. Y que necesito convivir con todos los que tenemos la misma meta, como medio de alcanzar ambas cosas.
Tener presente todo esto me dará las fuerzas necesarias para acercarme a mi enemigo tranquilamente y decirle al oído: consumado es.
Total de comentarios 4
Comentarios
-
Casi no encuentro las palabras para decir lo fantástico que me ha parecido lo bien que ha transmitido TODO. Va el autor detallando las emociones que le atraviesan como dibujando paisajes de sensaciones. !Y de qué forma, madre mía! Imposible describirlo mejor! Quiero volver a leerlo con detención y tiempo suficiente, hacia adelante y hacia detrás, hacia abajo y hacia arriba, hacia fuera y hacia dentro. Estacionarme en las palabras, en las sensaciones, en cómo está escrito todo el texto, y en lo que cuenta. Es impresionante su método expresivo y la forma en como la impresora de su alma vierte su sentir. Un escrito que mucho dice de su analítica forma de ser. Dejaré mis comentarios para más luego.
Enviado el 11-Nov-2016 a las 12:31 por Martha23 ¡Visita su Blog! -
Cita:me voy dando cuenta de que no debo esperar nada de nadie. Lamentablemente.
Cita:No existe la persona de la que pueda estar seguro de que no me va a fallar nunca.
Cita:No es que me esté volviendo un misántropo, pero estoy tomando consciencia de que si quiero mantener una salud mental equilibrada no puedo depender de los demás.
Cita:Estoy pasando una etapa un tanto extraña. Son tantos los frentes que tengo abiertos y tan pocos los momentos en los que me siento a gusto, tan escasos los momentos de paz, tan pocos los amigos, que me estoy dando cuenta de que, en realidad, estoy solo.
Cita:tan pocos los amigos,
Cita:Incluso mis amigos me están defraudando. Si, incluso ellos. Pensaba, inocente de mi, que mis amigos jamás serian capaces de hacerme sentir mal, que nunca se tambalearía lo que hay entre nosotros. Pero me equivocaba. ¡Ya lo creo que se tambalea!
Cita:Y me asaltan un montón de dudas... Porque recuerdo ese consejo de "no confíes en el hombre", y me pongo a considerar lo que también le pasó a Jesús.Enviado el 12-Nov-2016 a las 17:26 por Martha23 ¡Visita su Blog! -
Cita:Me agobio, me estreso, me irrito, porque de repente, al descubrir lo poco confiables que somos, me pongo a mirar con otros ojos (algo pesimistas, es cierto) y entonces veo sonrisas huecas, ojos vacíos, palabras livianas.
Me siento muy mal, porque el caso es que confiaba de verdad en algunos de los que me han defraudado. Y duele mucho cuando el que te falla es un amigo.
Se tambalea todo a tu alrededor; todo lo que habías depositado en esa persona se derrumba. De repente, todo en lo que creías carece de sentido.
Cita:Me siento muy mal, porque el caso es que confiaba de verdad en algunos de los que me han defraudado. Y duele mucho cuando el que te falla es un amigo.
Cita:me pongo a mirar con otros ojos (algo pesimistas, es cierto)
Cita:Prefiero que me hagan daño mis enemigos.
Cita:Prefiero que me hagan daño mis enemigos. El dolor causado por sus ataques es llevadero
Cita:y en cierto modo me hace más fuerte porque me obliga a no dormirme, a seguir luchando. Me anima a esforzarme y a dar lo mejor de mí.
Cita:Sin embargo, el daño causado por un amigo... Ese daño te paraliza. No importa la gravedad de la herida. Cuando es un amigo el que te hiere lo hace directamente al corazón.
Cita:Señor, ¿por qué no me permites desaparecer? Sabes que me iría sin siquiera despedirme...
Cita:Si solo puedo confiar en ti, solo a ti te necesito. ¿Por qué no puedo ahorrarme el tener que tratar con gente que no me necesita y en la que no puedo confiar?
Cita:De todas las cosas que aborrezco, la hipocresía es la más cobarde, la más mentirosa y despreciable. Y me siento rodeado por ella. Por todas partes la veo.
Cita:Las cosas que tengo que aguantar, las veces que tengo que callar, las ocasiones en las que tengo que sonreír aunque lo esté pasando mal...
Cita:Claro, se supone que yo, que al parecer soy más maduro, he de tener paciencia y sabiduría para aguantar el tirón. Pero hay momentos en los que me siento cansado de que los bebés me vomiten en la camisa y encima tener que poner buena cara. Muy cansado. Muy harto.
Cita:Primero se le acerca el dolor.
Existe un umbral que, una vez traspasado, hace que el cuerpo se insensibilice. Cualquier golpe o herida posterior deja de doler. Pero es un umbral al que cuesta llegar. Cuesta mucho.
Cita:Antes hay que sentir como los latigazos desgarran la piel, como los golpes contusionan los brazos, los labios, los ojos... Un largo y doloroso camino aderezado, además, con insultos, burlas y humillaciones.
Ni una queja. ----- A estas alturas el prisionero debería estar aullando de dolor, pidiendo clemencia, rogando la muerte. Por este motivo los golpes se le propinan con una intensidad creciente. Incluso los más sádicos empiezan a preguntarse cómo es posible que este hombre sea capaz de soportar semejante castigo.
Luego los clavos. ------ Una vez recorrido el camino, una vez el dolor se ha adueñado de todo su ser y a sus pies el charco de sangre empieza a dejar bien a las claras que ya no debe quedar mucha en el cuerpo, la muerte se le acerca, sonriente, pavoneándose, relamiéndose ante la inminente victoria. Observa el cuerpo crucificado, deshecho, desmenuzado... Lo ha conseguido. ¡Ha logrado acabar con el mismísimo hijo de Dios! Lo mira colgado del madero, jadeante, rendido, derrotado, apaleado...
El resto de la narrativa es para abordarlo en otro momento.Enviado el 15-Nov-2016 a las 10:50 por Martha23 ¡Visita su Blog! -
Cita:Quiero mirarle a los ojos en el preciso momento en el que se cierren. Quiero ser la última cosa que vea; que sea mi rostro sonriente lo que se lleve a la tumba.
Y justo en ese instante le preguntaré por sus amigos. Le preguntaré por sus seguidores, por sus discípulos, por sus hermanos y hermanas, por las multitudes... Si, incluso le preguntaré, como no, por su Padre. ¿Dónde está todo el mundo? ¿Dónde están los que te aclamaban? ¿Cómo es que te han dejado solo? Me imagino su cara, su expresión de perplejidad, de abandono, al experimentar la más absoluta y dolorosa soledad... ¡Mi completa y aplastante victoria!
La muerte de Dios.
Cita:Si, ya sé que me dices que nunca estaré solo. Pero me siento solo muchas veces.
Cita:Si, ya sé que me dices que nunca estaré solo. Pero me siento solo muchas veces.
Si, ya sé que me dices que somos uno, pero... ¡somos tan diferentes!
Si, ya sé que me dices que soy más que vencedor, pero me siento derrotado a menudo.
Si, ya sé que me dices que me das nuevas fuerzas, pero... ¡me siento tan cansado de luchar sin ver resultados!
Si, ya sé que me dices que tu Espíritu me guía, pero me siento perdido por momentos.
Si, ya sé que me dices que eres mi fortaleza, pero... ¡me siento tan vulnerable!
Si, ya sé que me dices que el amor es la respuesta pero, en ocasiones, el amor no responde.
Cita:¿Quién como Jesús para explicarnos lo que es la soledad? Si pasó por eso y salió victorioso, yo también puedo. Si entendió el significado de la soledad, yo también voy a entenderlo.
Cita:Ayúdame, cuando todo parece desvanecerse ante la magnitud del problema, a recordar tu ejemplo. A entender que todo forma parte del proceso. Que son cosas que permites para moldear mi carácter, para que el tuyo sea formado en mí.
Cita:Que el dolor que me pueda causar el morir, el negarme a mi mismo, no es comparable a la felicidad que llego a experimentar al vivir, al permitir que seas TÚ el que lo haga en mí. Y que necesito convivir con todos los que tenemos la misma meta, como medio de alcanzar ambas cosas.
Tener presente todo esto me dará las fuerzas necesarias para acercarme a mi enemigo tranquilamente y decirle al oído: consumado es.Enviado el 02-Dec-2016 a las 19:40 por Martha23 ¡Visita su Blog!